07 Jun Encuentra el propósito de tu vida
Encuentra el propósito de tu vida con el IKIGAI. Este término japonés está formado por dos palabras: Iki, que signfica “la vida” y “gai” que sería la “fruta” o el “beneficio”. Juntas significan “el fruto o el sentido de la vida”.
Se ha venido usando como la forma de definir lo que da sentido a la vida o tu razón de vivir, en resumidas cuentas: el propósito de tu vida que hace que te levantes todos los días con alegría y ganas de empezar a hacer cosas.
Encontrar el Ikigai en la vida marca la diferencia entre transcurrir los días como un autómata, dejándose llevar por los acontecimientos o encontrar una alegría y equilibrio en la rutina diaria, porque sentimos que nos encaminamos hacia un objetivo, que hemos elegido y que es el que nos llena de satisfacción.
Lo que no es ikigai
Pero el Ikigai no es algo que simplemente nos gusta hacer. Puede que nos guste la cerámica, y dedicarnos a hacer jarrones en los ratos libres. Pero hasta que no le demos un sentido a esta ocupación no puede llamarse ikigai. No es algo que termina en uno mismo, debe extenderse a los demás, debe tener un beneficio en los demás. En este ejemplo, si me gusta la cerámica, me dedico a ello, vendo los productos que fabrico y además doy clases de cerámica a niños del barrio que no me pueden pagar, pero lo hago porque me gusta, eso si es ikigai. El ikigai debe servir para mejorar el mundo, aunque sea de una manera muy pequeña.
Es difícil encontrarlo si llevamos una vida ya sometida a la rutina y a las obligaciones diarias. Por eso podemos encontrarlo haciéndonos preguntas.
Las cuatro preguntas para encontrar el propósito de la vida:
Si yo tengo una habilidad que me gusta, por ejemplo… ¿la cerámica? me puedo preguntar:
– ¿Cuánto amo esta habilidad? ¿Me quiero dedicar a ella en todo mi tiempo libre?
– ¿Cuánto de buena soy en esta habilidad? ¿O cuánto podría llegar a ser si me lo propusiera?
– ¿Qué posibilidades tengo de que me paguen y poder vivir bien de esta habilidad?
– ¿Cuánto beneficiará esta habilidad al mundo que me rodea?
La idea es tratarlo con racionalidad. Lo que llamamos “sentido común”. Si me gusta la alfarería, tal vez no me vaya a poder dedicar a ello en exclusiva porque no voy a poder vivir de mi afición sin más. No voy a ser tan brillante en la alfarería como que me paguen miles de euros por cada jarrón que fabrique.
El propósito y el sentido común:
Tal vez sería más racional pensar en abrir una tienda de productos relacionados con la cerámica y fabricar mis propios productos, además de vender de otros. Abrir una escuela de alfarería para niños y adultos. Podría hacer un plan de negocio para ver si es viable y puedo reconducir mi ikigai a expandir el gusto por la alfarería y vender piezas de cerámica propias y de otros artesanos y así, poder vivir de ello, dedicándome a lo que me gusta y ayudando a otras personas.
No debemos confundir el ikigai con la “vocación”. Esto es solo una parte del mismo. La vocación, lo que te gusta hacer, es una parte del ikigai, pero deben cumplirse el resto de las condiciones, para que encuentres el verdadero propósito de tu vida que es lo que te va a hacer feliz día a día.
El coaching para conseguir encontrar el ikigai.
A veces puede ser complicado poder disociarnos de nuestra vida diaria para poder entresacar la información que necesitamos. Por eso puede ser de mucha utilidad tener alguna sesión de coaching para que alguien desde fuera nos pueda ayudar a descubrir eso que tenemos delante de nosotros y nos somos capaces de ver, porque de tan evidente, nunca habíamos reparado en ello.
Recuerdo una antigua cliente que quería cambiar de rumbo profesional, su trabajo en una multinacional la obligaba a viajar y con un hijo pequeño, de dos años, ya no quería seguir en ese empleo pero no sabía hacia dónde encaminarse dentro de su profesión de recursos humanos.
Comenzamos a indagar en su vocación, en su pasión… y vi cómo se le iluminaban los ojos al describirme el mejor momento del día, que era cuando se sentaba con su hijo a dibujar. Ciertamente ella no era consciente de que solo dibujaba ella y el niño la miraba. Se dio cuenta de que cuando más disfrutaba era dibujando. Tenía una amiga en una editorial y probó a llevar sus dibujos para ilustrar un cuento que iban a publicar. Y su vida cambió. Se convirtió de ejecutiva a ilustradora de cuentos infantiles. Descubrió su ikigai y su razón de levantarse por las mañanas.
Por ello, no podemos saber realmente cuál es nuestro ikigai hasta que nos hacemos sincera y objetivamente las cuatro preguntas.