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los cuatro acuerdos… en la empresa

Los cuatro acuerdos es un libro que escribió Miguel Ruiz en el que se recoge la sabiduría de los toltecas. Hace miles de años los Toltecas eran conocidos en todo el sur de México como «mujeres y hombres de conocimiento». Los antropólogos han definido a los toltecas como una nación o una raza, pero de hecho, eran científicos y artistas que formaron una sociedad para estudiar y conservar el conocimiento espiritual y las prácticas de sus antepasados.

Y ¿qué tiene que ver esto con la empresa? Pues que si los leemos desde la perspectiva de un negocio… no puede haber mejores consejos para alguien que tiene que mantener cada día una empresa abierta y que tiene que enfrentarse a problemas con la clientela, proveedores, personal… si nos acordamos en todo momento de estos cuatro acuerdos, es posible que nos vaya mejor, o por lo menos habremos hecho lo mejor que podíamos.

y ¿cuáles son estos cuatro acuerdos? ¿Cómo los aplico a la empresa?, Veamos:

1.- Sé impecable con la palabra.

La palabra crea la realidad. Vemos el mundo tal y como nos lo contamos. Por eso, no nos atrapemos en diálogos internos derrotistas, juzgadores o llenos de culpa cuando las cosas no son como nos gustaría.

«Todo está horrible, no se vende nada» puede ser una manera de describir un día de pocas ventas. Si nos lo contamos como «Hoy no se ha vendido casi nada, tengo que hacer algo para cambiarlo», es posible que lo veamos diferente y que dentro de unas semanas estaremos en otro lugar.

A mi también me gusta la impecabilidad de la palabra porque me lleva a esos tiempos en que con la palabra dada era suficiente para cerrar un trato, Lo que se decía era suficiente… aunque no soy tan ingenua como para creer que vale un acuerdo verbal para cerrar un trato es bonito creerlo y procuro cumplir siempre a lo que me comprometo. (que no quiere decir que siempre lo logre…).

2.- No tomar nada personalmente.

Hace un tiempo, un profesor nos contaba que había tenido un problema con unos inquilinos de su casa. Se fueron después de causar desperfectos y se enteró de que hablaban mal de él y de su mujer. El lo contaba tan tranquilo porque según él «ese de quien hablaban sus antiguos inquilinos no era él». Me encantó esta manera de ver una situación que para otros hubiera sido un problema y para él ni existía, simplemente no hablaban de él, no se veía reflejado en la historia de esas personas.

Pues bien, este es el segundo acuerdo: todo lo que dice o hace el otro, tiene que ver con él, no con nosotros. Imagina que llega una persona a la tienda hecha una furia porque algo que ha comprado ha resultado defectuoso. Se le atiende, se le escucha, se le intenta ayudar pero sus modales, su malhumor, sus comentarios… son suyos, no tienen nada que ver conmigo.

Es liberador, ¿verdad? y además pensar así facilita mucho la solución de situaciones difíciles como la descrita.

3.- Pedir explicaciones y no dar nada por sentado.

Ante un conflicto con alguien lo más fácil es contarnos la historia de lo que ha sucedido y creerla. Ya no necesitamos oír a la otra persona para saber su versión (no vaya a ser que sea distinta de la historia tan bonita que he creado). Así que otro acuerdo con uno mismo es tener la valentía de pedir una explicación sobre hechos que nos pueden resultar claros (en nuestra cabeza), tener la entereza de escuchar la versión de la otra persona y la capacidad de aceptar su versión de los hechos. Qué difícil cuando tenemos las cosas claras…. pero cuántos problemas se solucionarían de esta manera.

Este acuerdo y forma de actuar puede venir muy bien ante situaciones problemáticas con personal empleado, con colaboradores o con socios, cuando hay problemas y se acaban rompiendo relaciones de años por no querer escuchar ni entender la versión de la otra parte.

4.- Haz siempre lo máximo que puedas.

Pero antes de darlo todo, primero hay que hacer otra cosa, que es decidir si realmente quiero hacer a lo que me he comprometido. Alguien nos pide ayuda para terminar el informe y lo hacemos a regañadientes, malo para nosotros y para el que está siendo ayudado, supuestamente. Tener la valentía de decidir si le ayudo o no, y si decido que no, por los motivos que tenga, no hacerlo. Pero si le digo que sí, hay que darlo todo.

Este acuerdo facilita mucho las cosas en equipos de trabajo y relaciones de colaboraciones. Evidentemente, en un puesto de trabajo hay acciones que debemos hacer, pero en las que tenemos potestad para elegir… hagamos el ejercicio de pensar y decidir si lo hacemos o no.

Y cuando se actúa, ya sea por obligación por el cargo que se ocupa o porque se ha decidido hacer algo… hacerlo bien, con conciencia, prestando toda la atención y dando lo máximo en cada momento.

Estos acuerdos están contados para actuar en la vida… y la empresa o el centro de trabajo es uno de los lugares en donde más tiempo pasamos de la vida. Así que probemos a aplicarlos y veamos si hay cambios a nuestro alrededor.



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